domingo, 26 de octubre de 2008

HECHIZO

Ella me esperará, como siempre, al final de la palabra, envuelta en la niebla del recuerdo, en algún rincón deslavazado de mi memoria… ¿Cuánto hace que no la veo? Dos, quizá tres días; es posible que más, pero seguro que no menos. Tiempo al tiempo, ése que se detiene para susurrarme sus rasgos al oído, en una voz tan baja que sólo yo puedo escuchar.

Ella estará allí, con el brazo alzado y los labios entreabiertos entre suspiro y suspiro.

Me alojó en el sillón y me acurruco en sus promesas; el sol de la lámpara estalla en un amanecer privado. Deslizo las yemas de los dedos por la superficie sedosa de la portada, y, mientras abro el libro que la contiene, siento su aroma que galopa hacia mi rostro.

En la página señalada yace mi amada, brazo en alto, esperando a que se fundan nuestras historias.